02 enero 2007

El libro ABORA confirma las crónicas de la conquista.


Los primeros documentos escritos nos confirman la religiosidad de los antiguos canarios. Aunque dispersa, son considerables las notas que hacen referencia a los cultos astrales entre los aborígenes canarios y que ahora resumimos:
* Angiolino del Tegghia (1341), describía a los canarios como idólatras y paganos.
* Las bulas “Dum diligenter” (15 de mayo de 1351) del Papa Clemente VI y "Ad hoc semper” (31 de agosto de 1369) del Papa Urbano V, dejan constancia de la práctica de adoración del sol y de la luna entre los canarios.
* El historiador árabe Ibn Jaldún (1377) escribía que adoraban al sol naciente, sin conocer otro culto.
* El veneciano Alvise da Mosto (siglo XV) describe como los canarios adoraban al sol, la luna y otros planetas.
* El portugués Diogo Gomes de Sintra (1460-63) especifica que los indígenas de Tenerife y La Palma adoran al sol como Dios.
* Valentín Fernández (1505) planteaba que los nativos adoraban unos al sol, otros a la luna y otros a las estrellas.
* Su contemporáneo Antonio Sedeño (1505) nos explica como era el cómputo anual de las lunaciones para el calendario entre los habitantes de Gran Canaria.
* Fray Alonso de Espinosa (1594) lo recoge como práctica habitual entre los guanches, incluyendo sus fiestas anuales.
* Fray Abreu Galindo (1592): "...pero no dejaban de entender que en el cielo había a quien se debía reverencia; y al que ellos entendían que estaba en el cielo, lo llamaban Abora".
* Gomes Escudero (1520) describe para Fuerteventura algunas fiestas astrales, en concreto el solsticio de verano.
* Tanto José de Sosa (1678) como Marín de Cubas (1687) defienden el carácter astronómico de los principales cultos y fiestas entre los aborígenes canarios.
Todos estos datos literarios vienen a confirmar lo que el historiador griego Herodoto (V a.C.) nos proporciona al referirse a los ritos y sacrificios que hacían a sus divinidades los libios, destacando que eran el sol y la luna a quienes sólo consagran sacrificios.
Miguel A. Martín

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de leer el libro Abora está todo claro.