16 diciembre 2006

Abora, la realidad suprema de la religión awara. (Isla de La Palma. Islas Canarias)


Un estudio científico en el siempre comprometido período prehispánico en la isla de La Palma (archipiélago canario) ha demostrado la relación armónica que los antiguos pobladores de la Isla, los awara, entablaron con el espacio y el tiempo, regalando toda su vida a los cultos cósmicos en una geografía que estructuraron sobre los pilares solsticiales. Lo que ya era una sospecha desde que los primeros cronistas citaban al sol como la primera referencia espiritual en Canarias, se confirma con un exhaustivo estudio en los principales lugares sagrados de La Palma.
El revolucionario descubrimiento es fruto de muchos años de investigación en la que su autor Miguel A. Martín González, supo combinar las aportaciones de la arqueología con otras ciencias sociales como la antropología, la etnografía, la astronomía, etc. La metodología de un trabajo de campo consistió en la metódica ubicación de más de 150 yacimientos religiosos en el espacio, lo que le llevó a recorrer todos los ecosistemas insulares, así como la utilización de la brújula y programas informáticos que facilitaran un mejor conocimiento e interpretación de las orientaciones establecidas.
El pensamiento antiguo, escribe Lévy-Strauss, entiende que la naturaleza es algo a lo que no hay que oponerse, ni si quiera intentar mejorarla, ni buscar independizarse de ella, puesto que la naturaleza es un don de Dios y por lo tanto es perfecta, incluso cuando se vuelve hostil, mediante mortíferas sequías, epidemias, hambrunas y la muerte, sigue estando ordenada. Esta exigencia de orden se encuentra en la base de todo pensamiento, pues cada cosa debe estar en su lugar, inclusive podríamos decir que es esto lo que la hace sagrada, puesto que al suprimirla, aunque sea en el pensamiento, el orden entero del universo quedaría destruido.
Años de “soledad” recorriendo los caminos, barrancos, lomos y montañas de la Isla, la observación del paisaje, la vida, las formas, los colores, los sonidos de la naturaleza lo que les dio la llave para darse cuenta de las reglas religiosas que repetían sin cesar sobre el medio los aborígenes. Una vez que entendimos su procedimiento, comprobamos como todos los lugares con restos religiosos estaban en el sitio exacto (nos acercaremos a su cosmovisión).
El movimiento regular y sin fin de la mayoría de los astros constituye una excelente pauta temporal: el astro sale detrás del horizonte, recorre una trayectoria en el cielo y se pone nuevamente detrás del horizonte. Los hombres de las sociedades tradicionales experimentaban la necesidad de habitar en un espacio ordenado, un cosmos. Una de las formas de ordenar o medir el tiempo es a partir de la observación de fenómenos astronómicos, buscando regularidades en su manifestación, es decir, procesos cíclicos. El desplazamiento cíclico del sol en el horizonte ofrece, entonces, un marco para la planificación anual cuyo resultado, al menos para la sociedad awara, son los momentos que estructuran el año solar en dos pilares: solsticio de verano (21 de junio) y solsticio de invierno (21 de diciembre). Desde puntos de observación específicos este desplazamiento aparente puede estudiarse y generar así un conocimiento, que en este caso fue primordial.
La salida del sol es tan predecible que raramente nos detenemos a pensar lo que ocurre en el cielo o por qué. Nuestros aborígenes estudiaron su movimiento día tras día, año tras año. Sabían perfectamente que el sol sale y se oculta en diferentes lugares del horizonte cada día. En la búsqueda de la cultura, las mentalidades, la sociedad, la religión, el arte…el sol fue un maravilloso maestro.
La investigación realizada en La Palma se estructuró en tres tipos de conjuntos ceremoniales de naturaleza distinta: amontonamientos de cumbre, canales y cazoletas y grabados rupestres.
En la isla de La Palma existen actualmente unas 60 construcciones de piedras apiladas formando círculos variables en tamaño y alturas. Prácticamente todas se encuentran en las zonas altas de la Isla, sobre el contorno superior que bordea la gran depresión de Taburiente. Cerca del 90 % se sitúan en la amplia franja que rodea el Roque de Los Muchachos (entre las cotas de los 2.000 y 2.200 m. de altitud), y casi la mitad se ubican tan sólo en tres yacimientos pertenecientes al municipio de Garafía: Cabeceras del Barbudo, Las Lajitas y Cabeceras de Izcagua. Se orientaron 21 yacimientos con 52 amontonamientos, destacando 2 marcadores astronómicos en Las Lajitas y las Cabeceras de Izcagua IIIa. El protagonista absoluto aquí es el sol del invierno.
Por otro lado, en los últimos años se han podido identificar más de una decena de recintos formados por cazoletas comunicadas entre sí por canales en tramas, a veces, complejas; y un número mucho mayor de cazoletas aisladas, en ocasiones combinados con grabados rupestres, lo que favorece la plegaria astral. Su dispersión abarca casi toda la Isla, principalmente en relación a los poblados permanentes de costa. Perforar la piedra para construir o fabricar cazoletas y canales tiene como modelo ejemplar una vez más la cosmología. Los recintos sagrados reactualizan de un modo ritual la cosmogonía. Destacan los entramados de Puntagorda, Morro de Las Nieves, Barranco de Domingo Díaz, Los Cascajos, etc. Ahora, el protagonismo lo acapara el sol del verano.
Dejamos para el final el aparente complejo mundo simbólico representado por los petroglifos, elementos u obra artística que salpican la geografía insular. Sobre un soporte pétreo, aunque casi nunca en las mejores rocas, se dispersa un amplio repertorio de símbolos abstractos: más de 10.000 motivos repartidos entre los más de 300 puntos sagrados. Entorno a 280 estaciones de arte rupestre siguen existiendo, destacando las cumbres que bordean la Caldera de Taburiente con más de 170; el resto se dispersa por las costas y medianías. Por desgracia, muchos grabados han sido destruidos históricamente para roturar los terrenos, la construcción de carreteras, otras obras impactantes con el terreno y el paisaje y el coleccionismo.
Se estudiaron 136 estaciones rupestres y 835 paneles distribuidos de la siguiente manera: 66 en Garafía, 16 en El Paso, 14 en Tijarafe, 11 en S/C de La Palma, 10 en Puntallana, 7 en San Andrés y Sauces, 4 en Barlovento, 3 en Mazo, 2 en Breña Alta, 2 en Puntagorda y 1 en Fuencaliente.
Descubrir una nueva esencia significa ganar conocimiento. Cada nueva esencia adquirida multiplica nuestra capacidad y abre nuevas puertas a la investigación para comprender mejor el mundo que rodeaba a los primeros pobladores de Canarias. Este hallazgo va a permitir revisar los yacimientos prehistóricos de Canarias e, incluso, en otras partes de Europa y el norte de África.
Este artículo es un adelanto del libro ABORA que se presenta próximamente en las navidades de 2006.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien.
Te subi la foto.

abora dijo...

me encanta muy bien :D