Nuestros antepasados, después de haber observado los movimientos de los astros en el cielo y haber comprobado su carácter cíclico, creyeron que podían encontrar respuestas a muchas preguntas existenciales y controlar sus vidas. Por eso y otros motivos pensaron que eran dioses, crearon mitos y decidieron orientar sus construcciones hacia aquellos astros. Las cumbres que contornean la Caldera de Taburiente son testigos mudos, la huella viva de la presencia de los primeros humanos que construyeron, al aire libre, unos amontonamientos de piedras (igurar o majanos) de forma circular con un perímetro, en el mayor de los casos, de lajas hincadas en el suelo y rellenos de rocas y/o lajas de distintos tamaños. Se trata de sencillos recintos sagrados que suponen la primera manifestación arquitectónica religiosa en la isla de La Palma que determinaban los cambios de ciclo.
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